La muerte tiene mala fama. Nuestra relación con ella siempre es de refilón y con desgana. No aceptamos que nada más nacer ya vamos caminando hacia ella.
En el sociedad actual, donde todo gira entorno al culto al cuerpo, la imagen y las falsas apariencias, escapamos de la muerte como si no existiera. Es un tema tabú del que nunca se habla cuando, en realidad, la tendríamos que tener siempre presente, no para amargarnos la vida sino precisamente para ayudarnos a disfrutar más de ella.
Darnos cuenta (y tener presente) que la muerte, antes o después, va a llamar a nuestra puerta para que nos vayamos con ella nos tiene que servir de aliciente para disfrutar más de la vida, dejarnos de tonterías y exprimir cada segundo de nuestro tiempo en el mundo porque puede ser el último.