Elogio a la lentitud

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¿A dónde vamos con tanta prisa, con tanta productividad, sin dejarnos un minuto libre en nuestras vidas? El mundo se ha vuelto loco. Parece que si no tienes todo el día ocupado eres un paria de la sociedad.

En la actualidad se escriben y publican más libros que lectores hay. Las novedades literarias apenas duran unos días en las mesas de las librerías, salvo que seas un escritor consumado con miles de seguidores o un fenómeno de masas cuyos best-sellers se venden seguro aunque su calidad sea dudosa.

Dónde ha quedado todo aquello de escribir un primer borrador, de dejarlo reposar, de pasárselo a tus lectores cero, de releerlo y corregirlo las veces que creas necesario, hasta que eres capaz de soltar tu libro al mundo, como cuando despides a tu hijo que va a comenzar una vida independiente, lejos de ti. Te duele, pero es ley de vida.

Cada vez que escucho a alguno de los muchos vende-humos que proliferan por las redes sociales asegurando que en cuatro meses vas a ser capaz de escribir y publicar una novela y que vas a empezar a vender libros como rosquillas porque sigues sus métodos, me pongo a temblar. Ahora prima la cantidad sobre la calidad, el producto de consumo rápido, sin complicaciones, sobre la lectura sosegada de un buen libro.

Porque esa es otra, la lectura. Hacemos carreras contra nosotros mismos para ver si somos el que más libros lee sin pararnos a disfrutar del texto que tenemos entre las manos. Lo importante ya no es qué libro has leído sino cuántos libros has sido capaz de leer cada semana, cada mes, al final del año…

Para hacer las cosas bien (cualquier cosa, también la literatura) hace falta tiempo, lentitud, perderte alguna vez en el proceso, procrastinar, aburrirte para conseguir nuevas ideas, dudar, sufrir el síndrome del impostor, pasear para dejar reposar a tu novela y que los personajes te cojan de las solapas y te arrastren a tu casa para que te pongas de nuevo a escribir.

Soy de las ilusas que continúan creyendo en los procesos y en la magia de la escritura, en la conexión entre el mundo literario y una misma. A mí no me da tiempo a hacer todo esto en unos pocos meses y varias veces al año. Lo siento, conmigo que no cuenten. No puedo ni quiero seguir el ritmo que lleva el mundo actual, en ningún espacio de mi vida, pero, menos aún, en el de la escritura. Yo me bajo del tren de alta velocidad en el que parece que vamos todos montados; prefiero ir en un tren a vapor, más lento, mirando el paisaje, pese a que, con toda probabilidad, vaya a llegar más tarde a mi destino.

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Publicado en Scribook