Hay días en que no sé que es lo que estoy haciendo con mi vida. Hoy es uno de esos días. Me pongo frente al teclado del ordenador y no encuentro el lugar por el que continuar escribiendo. Me encuentro triste, agotada… Es como si cada día tuviera que empezar de nuevo. Las ideas de ayer se agotaron. Necesito otras nuevas para gastar hoy. Aunque ahora mismo no sé de dónde sacarlas. Tal vez del silencio, tal vez de la luz del sol…
Debes escribir todos los días si te quieres convertirte en una escritora profesional pero nadie me dijo lo difícil que esto es. Es un auténtico suplicio. Intentar escribir algo cada día, todos los días por el resto de tu vida.
Otros escritores más experimentados que yo dicen que algunos días no te salen más que textos que son un auténtico asco con los que lo único que puedes hacer es una buena hoguera, pero que a pesar de ello tienes que seguir escribiendo, porque por muy malo que seas escribiendo es por completo imposible que antes o después no escribas algo que merezca la pena ser leído.
Llegado ese momento verás que todos tus esfuerzos han merecido todo el sufrimiento que has padecido. Olvidarás lo malo y te centrarás en lo feliz que te sientes por haber sido capaz de escribir un cuento, un poema, un capítulo de tu novela, lo que sea… Releerás tu texto. Serás feliz por cada palabra escrita.
Esos días llegarán. Estoy segura de ello. Aunque no sé si hoy va a ser uno de ellos.
-.-
(Reflexión publicada en EÑES)