Carta a mis seres queridos

Estoy necesitada de abrazos, de besos… Quiero oír vuestras risas en directo no a través de una conexión de Internet, poder miraros a los ojos cuando me habláis sin una pantalla por el medio. Todavía nos quedan muchos días por delante para poder estar juntos otra vez.

Tanta vida irreal a través de las redes sociales, tanto ocupar todos los minutos del día con cosas innecesarias sin las que, hasta ahora, hemos podido vivir a la perfección no me hacen sentir mejor. Todo lo contrario. Me agobian y generan ansiedad.

Mi rutina diaria no ha variado mucho en estos días de encierro obligatorio. Será que ya tenía una vida creativa que me llenaba por completo; será que me niego a seguir las modas. Ya sé que soy un bicho raro, pero los que me conocen bien siempre supieron que lo era y, a pesar de ello, me quieren.

Solo echo de menos a mi gente querida, a mi familia, a mis pocos amigos… Me faltan las reuniones con ellos, las comidas juntos, las alegrías y tristezas compartidas. Yo necesito abrazar a quien aprecio; me urge que me abracen y me besen a mí también.

Este tiempo parado entre las cuatro paredes de nuestras casas pasará. No quiero oír después ninguna excusa, ningún problema… Anhelo, con toda mi alma, volver a estar con todos vosotros, mis seres queridos.

copas

 

Huída hacia adelante

No recuerdo cuando me quedé dormida pero al despertarme vi que ya no era Andrea quien conducía sino que era Nora. Entre las dos habían estado toda la noche conduciendo.

—¿Dónde estamos? —le pregunté algo nerviosa a Nora.
—No lo sé, Nerea. Bastante lejos…
—¿Qué tal has descansado? —me preguntó Andrea desde el asiento de copiloto.
—Bien; tengo un poco dolorida la espalda, pero estoy bien. ¿No me habéis avisado para que hiciera mi turno de conducción?
—Vimos que estabas durmiendo profundamente y nos dio pena despertarte —dijo Nora al volante.

Giré la cabeza hacia la derecha y miré por la ventana del coche. Fuera solo se veían árboles; ninguna casa, nada de gente. Me alegró sentir la soledad que nos rodeaba. Fijé mi mirada al frente. Allí estaban Andrea y Nora, las dos mejores amigas que una mujer puede tener.

—En el siguiente pueblo que encontremos me dejáis en el primer hostal que haya y os volvéis para casa.
—¡Qué te lo has creído tú! —me dijo Andrea girándose hacia mí por completo. Entonces vi como Nora también me observaba desde el espejo retrovisor.
—No puedo pediros ni quiero que me deis más ayuda. Ya habéis hecho bastante por mí.
—Bastante no es suficiente —dijo Nora—. Cuando veamos que estás bien hablamos de dejarte sola; mientras tanto, ni lo menciones.

Por primera vez en mucho tiempo fui capaz de sonreír. Nora y Andrea también sonrieron al verme a mí hacerlo. Con su ayuda había sido capaz de escapar del infierno. Ahora buscábamos un paraíso en el que pudiera quedarme para rehacer mi vida, un lugar en el que mi diablo particular jamás pudiera encontrarme.

-.-

Este microrrelato fue seleccionado y publicado en la Comunidad del Portal del escritor, en el #ViernesCreativo: Tres personas viajan por una carretera interminable

Autobiografía

Con un sentido de la amistad muy desarrollado,
con la honestidad y la sinceridad por bandera,
voy por la vida amando a mi familia y a mis amigos.

Buscando descubrir un lugar mágico en mi siguiente viaje,
luchando cada día contra la depresión que me acecha,
escribo relatos que devuelvan la magia
a un mundo con demasiados grises.

ventana