Carta a mis seres queridos

Estoy necesitada de abrazos, de besos… Quiero oír vuestras risas en directo no a través de una conexión de Internet, poder miraros a los ojos cuando me habláis sin una pantalla por el medio. Todavía nos quedan muchos días por delante para poder estar juntos otra vez.

Tanta vida irreal a través de las redes sociales, tanto ocupar todos los minutos del día con cosas innecesarias sin las que, hasta ahora, hemos podido vivir a la perfección no me hacen sentir mejor. Todo lo contrario. Me agobian y generan ansiedad.

Mi rutina diaria no ha variado mucho en estos días de encierro obligatorio. Será que ya tenía una vida creativa que me llenaba por completo; será que me niego a seguir las modas. Ya sé que soy un bicho raro, pero los que me conocen bien siempre supieron que lo era y, a pesar de ello, me quieren.

Solo echo de menos a mi gente querida, a mi familia, a mis pocos amigos… Me faltan las reuniones con ellos, las comidas juntos, las alegrías y tristezas compartidas. Yo necesito abrazar a quien aprecio; me urge que me abracen y me besen a mí también.

Este tiempo parado entre las cuatro paredes de nuestras casas pasará. No quiero oír después ninguna excusa, ningún problema… Anhelo, con toda mi alma, volver a estar con todos vosotros, mis seres queridos.

copas

 

Tal vez…

El mejor regalo que Rosario jamás había recibido en su vida era aquella hamaca que había colgado en el jardín. Un extremo lo sujetó a una higuera que había plantado allí su abuelo cuando ella nació. El otro extremo lo amarró a un frondoso peral. Los frutos que daba aquel árbol le sabían como el más rico de los néctares.

Cuando hacía buen tiempo Rosario salía al jardín con un libro bajo el brazo dispuesta a pasar un rato leyendo tumbada en la hamaca, a la sombra de los árboles. Unos días lo hacía después de comer, cuando los demás dormían la siesta; otros a media tarde, cerca de la puesta de sol. Lo único que la podía obligar a romper su ritual era la lluvia o el frío excesivo. Aquel era su reducto de felicidad y no estaba dispuesta a renunciar a él así como así.

Al igual que Rosario, el resto de habitantes de la casa había buscado su propio espacio para los momentos de felicidad que podían arañarle al tiempo. Habían logrado un cierto equilibrio en sus vidas. De hecho todo el mundo era feliz hasta que él regresaba a la casa. Ese era el punto de inflexión del día a día. La felicidad y la calma, de repente, se tornaban en silencio, prudencia y miedo.

Rosario miraba desde la ventana de su cuarto a la hamaca moverse con el viento, esperándola paciente hasta que al día siguiente volvieran a reencontrarse en el jardín. Con su ayuda y la de los libros conseguía alejarse de aquella vida que detestaba, viajar a otros mundos, convertirse en la hija perfecta que jamás lograba ser. «Algún día te transformarás en alguien muy sabio e importante», le decía su madre. «Lees tantos libros que ya verás como alcanzarás cualquier meta que te propongas».

«Quién sabe, en un futuro, puede que…», pensaba Rosario observando la noche desde su ventana. «Quizás puede que así logre que padre deja de pegarnos a mamá y a mí; puede que, tal vez, me dé cientos de besos, incluso puede que me sorprenda con algunos abrazos, unas palabras amables o unos aplausos».

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(Taller de escritura nº 55 de Literautas – Móntame una escena: Todo el mundo era feliz hasta que…)

Autobiografía

Con un sentido de la amistad muy desarrollado,
con la honestidad y la sinceridad por bandera,
voy por la vida amando a mi familia y a mis amigos.

Buscando descubrir un lugar mágico en mi siguiente viaje,
luchando cada día contra la depresión que me acecha,
escribo relatos que devuelvan la magia
a un mundo con demasiados grises.

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