Disfrutar del momento, sin estar todo el día pensando en el futuro, ésa es la máxima en mi vida. A los problemas hay que hacerles caso —sí, te doy la razón—, pero solo lo justo y necesario. Si no tienen solución, ¿para qué te estás preocupando por ellos si van a seguir ahí pase lo que pase? Y si puedes solucionarlos, se solucionan y todo resuelto.
A los ojos de mucha gente debo ser una irresponsable, una loca a la que le encantan hacer el payaso. Pero no es así. Yo me ocupo de mis cosas cuando tengo que hacerlo. Sin embargo también soy capaz de ponerme a cantar y a bailar si es lo que en realidad me apetece hacer. También doy un beso a una persona querida o me maravillo con una puesta de sol o con una cascada si es lo que el cuerpo me pide.
Ya hay demasiadas leyes y normas en el mundo como para seguir cortándonos las alas a nosotros mismos sin necesidad. La felicidad se compone de todos esos pequeños momentos que nos perdemos por el miedo al qué dirán los demás. Yo hace tiempo que perdí el miedo al ridículo y me he dado cuenta que desde entonces soy más feliz.
Por eso te hago una pregunta para que te contestes sinceramente en tu casa en soledad: ¿En verdad tú quieres ser feliz? Pues disfruta del momento y olvídate de todo lo demás.