Carta a Santa Claus

Querido Santa:

¿Te acuerda cuando te ponía de pequeña que había sido muy buena para que me trajeras todos los regalos que te pedía? Bueno, pues ahora, solo te pido que me ayudes a cumplir de una puñetera vez con mi propósito de Año Nuevo.

Año tras año me hago el mismo propósito y, ahí sigue, el muy… sin dignarse a que lo cumpla. Me digo siempre: «Este año lo voy a conseguir», hasta que llega diciembre, claro. Tú sabes que no te estoy hablando de dejar de fumar. Eso hace años que lo dejé; antes incluso de que existiera esto de los propósitos de Año Nuevo —fíjate si soy vieja—. ¿Quién los habrá inventado? Seguro que los americanos.

También está el propósito de adelgazar, pero ese ya lo he dejado por imposible. ¡Está tan rico el chocolate! O lo de aprender a hablar inglés. Todavía insisto en ello aunque cada vez estoy más convencida de que la lengua de Shakespeare no está hecha para mí.

Mi propósito de Año Nuevo tiene más que ver con mi yo interior, con ser capaz de juntar unos cuantos párrafos escritos con los que construir una historia, y, después otra y otra y otra… No te pido tanto, Santa. Ya podías echarme un cable, ¿no te parece? Año tras año sigo fiel a ti, mandándote mi carta, pidiéndote lo mismo. Tú verás lo que haces. Si no voy a tenerme que ir a la competencia. Los Reyes Magos están deseando tener nuevos clientes. A ellos nunca les he pedido mi propósito de Año Nuevo.

Firmado:

Una escritora desesperada.

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Convence a Santa de que este año mereces recibir lo que le has pedido. Ten en cuenta que, dependiendo de la originalidad de la carta que redactes, llegarán o no los regalos.

Desafío nº2 publicado en Desafíos semanales de Scribook

¿Será éste el año?

La primera semana del año en realidad no existe. Me cuesta arrancar. Es una semana de desintoxicación y de reflexiones. Por eso me hace gracia la gente que enseguida pone en funcionamiento sus nuevos propósitos. Comienzan el año como si no hubiera un mañana. Ese empuje y arrojo les dura como mucho un par de meses. En el mejor de los casos llegarán a finales de febrero. Para entonces los propósitos del nuevo año irán a parar al mismo sitio que los propósitos del año anterior: al cubo de la basura.

Poco a poco la frustración se irá haciendo fuerte en su mente. Llegarán al verano pensando que una vez más están en el mismo sitio sin haber avanzado ni un poquito hacia esa vida que tanto ansían. Pasa el verano, disfrutan de él. No es momento para preocupaciones. Eso ya vendrá en septiembre.

Y llega septiembre, comienzan a pensar en todas las cosas que van a hacer a partir de enero del siguiente año. Se van autoconvenciendo que esta vez sí, que la fuerte autoestima con la que han finalizado el verano y su renovada fuerza de voluntad no van a poder con su pereza. Llega la navidad con sus luces y sus turrones. Continúan con ganas de agarrar su vida por los cuernos y hacer lo que siempre han deseado hacer.

Se acaba el año. Vienen la euforia, las uvas y la sidra. Se autoprometen sus nuevos propósito para el año siguiente y se preguntan una vez más: «¿Será que este año sí que cumpliré con mis propósitos de año nuevo?»

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