Su verborrea y sus sonrisas resultaban irresistibles. Con ellas consiguió que el guardián del puente colgante le franqueara el paso lo que le permitió llegar hasta el Valle de las Lágrimas. Sabía que recolectar y beber una de aquellas gotas transparentes que crecían en los árboles del bosque le daría la sabiduría necesaria para enfrentarse al brujo que oprimía a su pueblo. Hasta ahora su magia blanca no había podido con él, pero con esta ayuda del Bosque Madre sin duda lograría que la balanza se inclinara a su favor durante la próxima batalla de conjuros.
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Microrrelato para el reto de agosto de 2018 de Escribir jugando de Lídia Castro Navàs