El miedo y el malestar que invadían el gran salón desaparecerían si él renunciaba, pero no estaba dispuesto a hacerlo. Señaló con su cetro dorado a una bella joven que estaba entre el gentío. La muchacha se aproximó en silencio y se tumbó a sus pies en señal de veneración. En aquel preciso instante decidió que la haría su reina. «Todo rey necesita una reina, sobre todo después de eliminar a la anterior familia real», proclamó feliz.
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Microrrelato que participa en el Reto 5 líneas del blog de Adella Brac.