El mejor regalo que Rosario jamás había recibido en su vida era aquella hamaca que había colgado en el jardín. Un extremo lo sujetó a una higuera que había plantado allí su abuelo cuando ella nació. El otro extremo lo amarró a un frondoso peral. Los frutos que daba aquel árbol le sabían como el más rico de los néctares.
Cuando hacía buen tiempo Rosario salía al jardín con un libro bajo el brazo dispuesta a pasar un rato leyendo tumbada en la hamaca, a la sombra de los árboles. Unos días lo hacía después de comer, cuando los demás dormían la siesta; otros a media tarde, cerca de la puesta de sol. Lo único que la podía obligar a romper su ritual era la lluvia o el frío excesivo. Aquel era su reducto de felicidad y no estaba dispuesta a renunciar a él así como así.
Al igual que Rosario, el resto de habitantes de la casa había buscado su propio espacio para los momentos de felicidad que podían arañarle al tiempo. Habían logrado un cierto equilibrio en sus vidas. De hecho todo el mundo era feliz hasta que él regresaba a la casa. Ese era el punto de inflexión del día a día. La felicidad y la calma, de repente, se tornaban en silencio, prudencia y miedo.
Rosario miraba desde la ventana de su cuarto a la hamaca moverse con el viento, esperándola paciente hasta que al día siguiente volvieran a reencontrarse en el jardín. Con su ayuda y la de los libros conseguía alejarse de aquella vida que detestaba, viajar a otros mundos, convertirse en la hija perfecta que jamás lograba ser. «Algún día te transformarás en alguien muy sabio e importante», le decía su madre. «Lees tantos libros que ya verás como alcanzarás cualquier meta que te propongas».
«Quién sabe, en un futuro, puede que…», pensaba Rosario observando la noche desde su ventana. «Quizás puede que así logre que padre deja de pegarnos a mamá y a mí; puede que, tal vez, me dé cientos de besos, incluso puede que me sorprenda con algunos abrazos, unas palabras amables o unos aplausos».
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(Taller de escritura nº 55 de Literautas – Móntame una escena: Todo el mundo era feliz hasta que…)
Por eso soñamos…para crear nuevas realidades, para evadirnos de nuestra vida… Besos al vacío…
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A veces la realidad en la que se vive es tan cruel que es necesario evadirse para poder soportarlo todo, para conseguir sobrevivir al mal.
Gracias, necros73, por pasarte por aquí y por comentar.
Besos al vacío, compañero de letras
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Me estaba dando envidia de Rosario y de su hamaca hasta que…
¡Buen relato!
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Hasta que llegó la cruel realidad… Siempre hay que buscar un espacio para la felicidad y la esperanza y si es con libros y una hamaca, mejor que mejor.
Gracias por la compañía, evavill.
Un beso.
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Una historia triste contada desde la ilusión y la esperanza. Me gusta imaginar que el final será feliz… Tal vez.
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Tal vez, quien sabe qué futuro le deparará la vida a Rosario. Yo también quiero pensar que será mejor…
Gracias por la compañía y por el comentario, J.C.
Un saludo.
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Un relato triste y lamentablemente «basado en muchos hechos reales». Lo que más pena me da es ese final, esa niña que por muchos palos que reciba de esa persona que debería protegerla, sigue esperando su aceptación y admiración. Muy emotivo.
Un abrazo
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Luna, yo tampoco puedo entender como es posible que niñas y niños que son maltratados o mal cuidados por uno o ambos padres, siguen buscando el cariño y aprobación de los mismos. Jamás pierden la esperanza de conseguir ese cariño.
Gracias por pasarte por aquí y por comentar.
Un beso, compañera.
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Frente al maltrato. la evasión representa una puerta de salida. que a veces nos acerca a la bendita locura. Un abrazo.
Es un relato estupendo.
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No sé si frente al maltrato la evasión en la mejor solución; lo que sí sé es que mientras no encuentras otra salida es la mejor manera para intentar sobrevivir.
Gracias, Carlos, por pasarte por aquí a leer mi texto y por tu comentario.
Un beso, compañero.
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Un final muy triste y real.
Conviertes a los libros en un refugio y una forma de evadirse de la dura realidad.
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Siempre hay que intentar fugarse o refugiarse de la cruel realidad con lo que tenemos más a manos. Yo creo que los libros nos ayudan a evadirnos en cualquier circunstancia.
Un beso, compañera de letras.
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