Cuando era pequeño mi padre me explicaba con suma paciencia, una vez tras otra, que las aguas del mar subían y bajaban por la atracción que sentían hacia el sol y la luna. Tuvieron que pasar muchos años para que mi espíritu siempre indómito lograra aceptar que el mar no era libre de actuar como creyera oportuno. Para mí, aquel inmenso azul era la representación misma de la fuerza de la vida, del poder de la naturaleza, y, aunque llegué a entender a la perfección la explicación de mi padre, mi mente se negaba a asumirla.
Sin llegar a ser consciente de la decepción que ese hecho irrefrenable supuso para mi soñadora imaginación infantil poco a poco me fui alejando del mar y de la profesión que mi familia tenía predispuesta para mí en un futuro: seguir con la tradición familiar de ser patrón de un barco pesquero.
El mar había perdido toda la magia que yo le había atribuido. No podía estar más desilusionado. Tan sólo era una inmensa masa de agua salada cuyo vaivén dependía de las órdenes que los astros del cielo le dieran.
Todo esto ocurrió durante mi infancia. Aquel desengaño dejó una huella imborrable en mi alma hasta tal punto que hoy vivo en una ciudad del interior a más de seiscientos kilómetros de la costa más cercana. Y saben qué; que soy feliz a pesar de que la historia de mi vida no se pueda resumir con las tres palabras favoritas de mi padre: lobo de mar.
Ahora me dedico a lo que de verdad me importa. Me da lo mismo lo que la gente pueda pensar de mí: que si tiré una profesión con futuro por la borda, que si podía ser el dueño de mi propio barco, que si decepcioné a mis padres con la vida que elegí…
Ellos, aunque siguen sin entender a lo que me dedico, han aceptado mi decisión. Lo que digan los demás nada vale. Me da igual, sobre todo porque mucha de esa gente que me critica después acude a mi consulta para que les solucione sus problemas. Estudio la posición de los astros y sus movimientos como medio para predecir lo que les va a suceder en un futuro. Quieren saber si se van a enamorar, si van a encontrar trabajo, si se van a curar de la enfermedad que tienen… todos vienen a mí, antes o después.
Jamás me he arrepentido de dedicarme a la astrología. Ahí es donde está la magia, el verdadero poder de la naturaleza, en los astros. El mar es hermoso, tanto o más que el sol y la luna, pero son ellos los que dominan el vaivén de las mareas.
-.-
Con este relato participo en el concurso de Zenda #UnMarDeHistorias
Precioso y muy original, me ha encantado. Un abrazo.
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Muchas gracias, Luna. Me alegra que te gustara mi relato.
Un beso.
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Como imaginaba, y a pesar de tus constantes quejas —:P—, también te manejas en distancias algo mayores.
Original relato, que yo habría terminado con un astrónomo —si es que soy escéptico hasta en la ficción— en lugar de con un astrólogo. Divertido y bien escrito. Creo, por poner una falta y que no me digas que no me gano el pan, que en los párrafos tres y cuatro se repite demasiado decepción, tanto la palabra como el concepto —para mi gusto, claro—.
Por lo demás, ya digo, original, entretenido y con un final magnífico.
PS.—Una curiosidad: el Viso del Marqués se encuentra a esa distancia de cualquier costa, y sin embargo estuvo allí la capitanía general y aún mantiene el Archivo de La Armada por ser un lugar equidistante entre Madrid y Sevilla, lugares entre los que bregaba Álvaro de Bazán.
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Así se hace, Francisco, ganándote el pan con una crítica constructiva. Gracias por ello.
El hecho de acabar el relato con un astrólogo era por darle un punto humorístico. Pasar de ir para capitán de barco a astrólogo creo que tiene su poquito de absurdo que me gustaba para acabar la historia.
Respondiendo a tu crítica sobre la decepción en los párrafos 3 y 4, te tengo que dar la razón, y darte las gracias una vez más por tu opinión. Yo quería dejar bien claro que el protagonista de mi relato había quedado desencantado por completo con el mar, y creo que eso lo he conseguido. Pero tenía que haber usado alguna palabra diferente, no siempre la decepción. Ahora mismo lo cambio.
No conocía el dato que me das sobre el Viso del Marqués. Tú siempre regalando datos interesantes. La verdad es que la distancia que he puesto es la que yo recorría de pequeña desde la ciudad interior donde vivía entonces hasta el mar. Lo bueno es que ahora vivo al lado del mar.
Un beso, Francisco, y gracias por tu compañía.
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Es una relato muy bien cortado, aunque el mar atrae a todos por igual, casi ningún marino desea que sus hijos hereden la profesión. Un abrazo.
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Gracias por tu comentario, Carlos, y por tu compañía.
Por aquí, por el norte, aún sigue habiendo familias en las que la tradición manda.
Un abrazo.
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Qué bonito, Lola! Muy bien escrito, engancha desde el comienzo. Me ha encantado!! Un abrazo, fuerte!! 🙂
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Gracias, amiga. Es un placer.
Un beso.
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